domingo, 18 de julio de 2010

Artículo | Un triunfo épico



Tal día como hoy hace 8 meses se disputó el partido CAI Zaragoza-Ford Burgos. Un encuentro que necesitó de 4 prórrogas para decidir el vencedor y que fue vivido con una enorme tensión y nerviosismo por todos los espectadores que allí estuvimos presentes.

Con el motivo de rememorar "el partido interminable"os muestro el texto que escribí en su día y el vídeo íntegro del encuentro para que lo disfruteis.

Decía Camilo José Cela que la historia tiene dos protagonistas, los que la escriben y los que la padecen. A partir de hoy se podrá decir que la batalla épica que se desencadenó ayer, 18 de Noviembre del 2009 a medianoche, sería una absoluta desconsideración, una descortesía enorme y una completa falta de respeto sin nombrar que ambos conjuntos escribieron y padecieron por partes iguales.

Las cuatro guerras a muerte que Zaragoza y Burgos disputaron condensan todo el encanto y el esplendor de un deporte como el baloncesto. Fue un espectáculo emocionante, conmovedor, tremendamente imperfecto, pero hermoso. Los 60 minutos de sangre, sudor y lágrimas dieron una victoria colosal hasta el punto que la memoria no alcanza a recordar gesta tan extraordinaria, no por su belleza sino por lo arrebatador y delirante.

De forma angustiosa, la contienda terminó casi de medianoche. Burgos, ciudad histórica de grandes caballeros, plantó cuartel con un ejército de valientes soldados que luchó en cada terreno codo a codo y no se amedrentó por las importantes bajas sufridas. Así durante la batalla fueron cayendo exhaustos y sin fuerzas sus torres más pesadas y sus unidades de arqueros de infalible puntería. Pero ahí surgió Alberto Miguel, capitán de balística, que lanzó a cinco segundos para el final un lejano cañonazo desde más de siete metros a las murallas zaragozanas, dejando miles de corazones heridos que buscaban un héroe al que enaltecer para la posterioridad y un alma errante, la de la ciudad, que sucumbía ante un enemigo crecido.

Con el orgullo que da el morir matando, el bando aragonés se levantó del revés sufrido y lanzó una ofensiva feroz y desesperada. Sánchez, un soldado relevado a la segunda línea en el comando de operaciones de la infantería, dio un paso al frente y se convirtió en un excelente lugarteniente en toda la batalla. De este modo encabezó un ataque heroico e infructuoso pues no consiguió llegar al enemigo.


Pero la historia tan esquiva a veces cambió su curso en esta contienda.

Ahí fue cuando Phillip, comandante general de las tropas y uno de los hombres más respetados e importantes de cuantas batallas alcanza la vista, logró acertar a derribar al enemigo en uno de esos golpes de suerte que solo los más veteranos e ilustres pueden llegar a tener. El comandante de las lejanas tierras de Inglaterra, con mando tenaz y victorioso, gigante como ninguno, pudo atrapar el rebote ofensivo a menos de un segundo para la muerte final, que supuso la que sería la última flecha disponible con la que atravesó para siempre la férrea defensa burgalesa. Sus números lo elevan al Olimpo; 43 puntos, 12 rebotes, dos robos, 14 faltas recibidas y 57 de valoración. Sublime, colosal.

Un triunfo épico, de valor incalculable que ensalzará a sus héroes a la posterioridad. El resultado final, 121-120. No se vio nunca nada igual.

La historia se hará eco de tal hazaña, con tantas unidades pereciendo en campo de batalla y un sentimiento común “entre los escombros y entre los muertos habrá siempre una lengua viva para decir que Zaragoza no se rinde”.





Texto: Sobre la Bocina

Foto: FEB.es

Video: Youtube.com

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